Había una vez un niño llamado Pedro, su
amigo llamado Juan y su perro Tico. Estaban paseando los tres una mañana y se
encontraron un robot viejo y un poco oxidado. Lo intentaron activar y al final
después de un buen rato al fin lo consiguieron. El robot salió andando pisando
muy fuerte, y los niños pensaron que los quería llevar a algún lugar. Y así
fue, los llevó a una cueva donde había una antigua estación de tren. El robot
empezó a cavar en el suelo y los niños vieron que aparecía una llave muy
antigua.
Los niños se preguntaban de dónde podía ser
la llave y el robot empezó a señalar hacia el final de la cueva. Todos se
dirigieron hacia allí y a lo lejos pudieron ver un edificio viejo y grande que al acercarse descubrieron que era
un castillo abandonado. Al llegar al sitio abrieron con las llaves que se
habían encontrado y recorrieron los pasillos del castillo que estaba lleno de
telas de arañas. Los niños estaban asustados pero querían descubrir el secreto
que guardaba este castillo. Todos se metieron
en una sala donde había muchos libros y el robot les señaló uno el cual
abrieron y descubrieron una pintura antigua de lo que parecía ser un tesoro.
Siguieron el plano y se encontraron un cofre con muchas monedas de oro. Los
niños se fueron a casa y cuando se las
enseñaron a sus familias todos pudieron comprar muchos regalos.
Manuel Esquivel Sevillano
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