Era
17 de febrero de 2015, yo estaba en mi casa como un día cualquiera,
era lunes por lo tanto tenía deberes, pero hoy era algo exagerado.
Nuestra maestra, la señorita Rosa, no había ido a clase hoy, pues
tenía un catarro espantoso, así que vino a darnos clase un
sustituto. Se llamaba José, era muy mayor, y tenía un aspecto un
tanto desagradable, cara de enfado con muchas arrugas, brazos
cruzados... Nada más entrar dijo con su voz grave y ronca:
-Hola,
alumnos, yo soy el profesor José, como ya os habrá dicho vuestra
amable directora, yo seré vuestro profesor hasta que la señora Rosa
se encuentre en buen estado, no habéis tenido mucha suerte conmigo,
pues haré de estos días un infierno para vosotros. Habrá 20
ejercicios de deberes para casa todos los días, aparte de los que no
terminéis de los 30 ejercicios que se harán en case.
Y
así una enorme lista, y bueno como un hombre responsable que es,
cumplió su promesa. Así que no me enrollo más y me voy a hacer
esos 20 ejercicios de deberes que nos ha mandado, menos mal que
terminé los 30 ejercicios en clase, porque si no…
Bueno
ahora sí, me voy a mi habitación a hacer deberes.
Mi
habitación estaba en la otra punta de la casa, por lo tanto tenía
que hacer un largo camino hasta allí.
Yo
pensaba que iba a ser un camino normal aunque pesado hasta mi
habitación, pero no lo fue, camino a mi destino ya comentado,
pasando por mi dormitorio, vi una mano que sobresalía de la puerta
de la habitación cerrándola, esa mano no era de ninguna persona,
pues era demasiado pálida como para ser de algún ser humano. Yo
como es normal no me quedé mirando, sino que salí a correr, corrí
tanto y tan rápido, que al llegar a la puerta del salón, no me dio
tiempo a parar y me choqué contra ella.
¿Qué
sería lo que había visto? ¿Sería un fantasma? No sabía lo que
era, pero tampoco quería volver para verlo.
Así
que le expliqué a mi madre lo que había pasado y me dejó hacer los
deberes en el salón.
Al
día siguiente, tenía aun más deberes, porque el señor José o
como él prefiere que le digamos, Don José, en vez de mandar 30
ejercicios para clase, ha mandado 45, así que hoy tengo 15
ejercicios más, aparte de los 20 que tenemos siempre.
Así
que cogí mi caminito y… Como podréis adivinar, me volví a
encontrar aquella espeluznante y paliducha mano que cerraba la puerta
de mi dormitorio, y otra vez el numerito, que si correr, que si
chocarme contra la puerta del salón, que si explicárselo a mi
madre, que si hacer los ejercicios en el salón. Bueno, otro lío.
Al
día siguiente, también tenía muchísimos deberes, así que esta
vez me fui un rato antes para ver al fantasma que acechaba mi
habitación. Esta vez sí que me sirvió aquel largo y terrorífico
viaje hasta mi dormitorio, porque una vez allí vi como se abría mi
puerta. Como salía aquella mano paliducha y también como salía una
cabeza de la puerta, eso me asustó mucho, así que salí corriendo
para el salón, esta vez no me choqué con la puerta, pues estaba
abierta, pero casi me choco contra la pared. Bueno, le expliqué a mi
madre lo ocurrido, y me dijo que esto era digno de una investigación,
y que mañana me llevara una cámara de fotos para sacarle una foto a
aquella criatura, porque no estaba segura de lo que era. Y así fue,
al día siguiente, fui con mi cámara de fotos a mi habitación. Otra
vez vi abrirse la puerta, salir una mano y salir aquella cabeza, esta
vez no me fui corriendo, aunque tenía muchísimas ganas de hacerlo. Me quedé allí y le hice la foto a esa criatura lo más rápido
posible para irme cuanto antes de allí, una vez en el salón se la
enseñé a mi madre, y me dijo algo que nunca pudiese haber sido
capaz de imaginar.
- Es mi abuelo. Sí, ese era mi bisabuelo, él
vivió en mi casa durante 4 años, y desgraciadamente también murió
aquí. Él murió un año antes de que yo naciera, y mientras él
vivía aquí, su habitación era la que es hoy la mía. Ël le dijo a
mi madre antes de morir, que si algún día tenía un hijo o una
hija, él bajaría del cielo para conocerlo, y por lo visto ha
cumplido su promesa y se asoma para mirarme desde la que era su
habitación. Yo me armé de valor y volví a ver a mi bisabuelo,
crucé toda la casa y entré en mi dormitorio. Allí, apoyado en la
pared, se encontraba mi bisabuelo, yo me acerque a él, le saludé y
di un beso, él me besó y se desvaneció. Desde ese momento, todas
las noches le rezo a Dios para que cuide a mi bisabuelo desde el
cielo.
FIN
Olivia Martín de la Vega Morillo 5º C