Estábamos
un día de verano en la plaza de las Mercedes: Diego, Pedro y yo.
PEDRO.
(Comiéndose un polo) ¿Jugamos una alemana?
DIEGO
Y FRANCIS. Vale. Pero el que inventa experimenta.
Al
final se tuvo que poner Pedro. Nos lo estábamos pasando genial.
PEDRO.
(Señalando) ¡Mira tu hermano Francis!
CARLOS.
Tate nos vamos.
FRANCIS.
Espérate un rato que pase papá a por nosotros.
(Al
cabo de un rato, a las siete de la tarde, vinieron Pablo, el hermano
de Diego, y Antonio).
PABLO
Y ANTONIO. ¿Podemos jugar?
TODOS.
¡Claro que sí!
PEDRO.
Si jugáis os la tenéis que poner alguno de vosotros.
PABLO.
Venga me pongo yo.
Estábamos
jugando y llegó mi padre.
PAPÁ.
Nos vamos.
FRANCIS
Y CARLOS. Espérate un rato, es temprano.
PAPÁ.
(Enfadado) ¡A las ocho menos cuarto en casa y no se hable más!
FRANCIS.
Vaaaale.
Cuando
mejor nos lo estábamos pasando nos tuvimos que ir. Cogimos el balón
y nos largamos.
FRANCIS
Y CARLOS. ¡Adiós! ¡Hasta mañana!
TODOS.
¡Adiós!
Llegamos
a casa y estábamos muy furiosos porque nos queríamos haber quedado
más tiempo.
FRANCIS.
(Muy enfadado y a voces) ¿Por qué nos hemos tenido que venir?
PAPÁ.
(Riéndose) Porque hay que acostarse temprano. Pero como me sigas
dando voces mañana no me levanto temprano, no madrugo.
FRANCIS.
¿Para qué queremos madrugar?
PAPÁ.
Porque mañana te vas a Peñarroya a jugar un triangular con los
grandes.
FRANCIS.
¿Yo solo?
PAPÁ.
No, también van Daniel Borrego, Daniel Gallego y José.
Desde
entonces aquel día ha sido el mejor de mi vida.
MORALEJA:
nunca hay que enfadarse antes de saber lo que te espera.
Francisco
Javier Sánchez Sánchez 6ºC